Ayudante de albañil

Ayudante de albañil 

El sol antillano calienta mis espaldas mientras voy forjando con carretilla y pala el futuro de los que están por nacer. El castigo que me da la vida por nacer pobre y desnudo, de mi crianza bajo llave, de mis sueños sin resolver. El resplandor de un mediodía que llega y no se acaba, de mañanas de cemento, agua y pala. Palea, palea, palea, ¿Cuántos metros van a ser?

Espero sin cesar al viernes por la tarde, cuando llega el cheque para correr al banco y el sudor de mi frente recoger. Salgo y encallo en el colmado de mi barrio, ya el lunes por la mañana el bolsillo vacío y sin dinero para buscar de comer. Así comienza nuevamente el sol antillano a hacer mella en mi ya tostada piel. Todo para cuando una vez termine el proyecto, sólo y desempleado verme, mientras le ponen nombre al edificio a un rico, poderoso muerto. Y quien lo hizo nada, nada que ver.

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